
Mi perfume ya no era tu aroma favorito. Ni con la
distancia más corta me distinguías entre los demás.
No era
necesario ver tus ojos, pues las historias que solía narrar y que tú escuchabas
con mucha atención ya no te causaban impresión, ni mucho menos te sorprendía o
sonreías por mi forma de relatar los libros que exageradamente solía
contar.
Ya no suspirabas al escuchar mi voz, aún recuerdo que
decías que era el analgésico que calmaba tu interior.
Ya no pedías que te cante una canción y que toque
torpemente tu guitarra, para admirarme con compasión y admiración.
No, no
era necesario ver tus ojos para saber que ya no leías las notas que dejaba en tu
habitación, bajo tu almohada, en el bolsillo de tu abrigo, en tu cuadro
favorito, en el espejo de tu sala o en algún rincón.
O que te tome de la
mano para bailar en los pasillos del edificio donde vivías, esa canción que
ambos teníamos en la mente y no teníamos ni idea de cuál era.
No era
necesario ver tus ojos, pues ya no me besabas con pasión, tus labios habían
perdido movimiento, intensidad y fuerza.
¡No era necesario! Pues ya no me
escribías de madrugada y ya no hablábamos por noches enteras. Ya no salías a tu
azotea para observar la luna que ambos contemplábamos a la misma hora, en
diferente lugar.
No era necesario ver tus grandes y hermosos ojos negros
que me enamoraban con tan solo recordarlos, que me intimidaban hasta el punto de
no poder respirar. Esos grandes ojos negros que con tan solo imaginarlos vuelvo
a caer en los recuerdos, y a veces lloro desconsoladamente sin saber entender
¿por qué?… Luego entendí que ya no me querías, porque había alguien más
No hay comentarios:
Publicar un comentario