Capricho
Por: Daniela Trejo
Una mirada, una
sonrisa, una caricia se encontraban
sentadas en aquel hermoso jardín, rodeadas de flores, del dulce canto de las
aves, yacían en aquel paradisiaco lugar, cuyo sol resplandeciente, era el aroma
a primavera sobre el campo, ella, tan salvajemente bella, tan
irresponsablemente absurda, elocuente y testaruda, ella que reunía todas esas
cualidades. Aun recuerdo sus blancos dientes, sus carnosos labios, esos dulces
y tiernos ojos color café, eran tan cristalinos, tan puros. Estaba ella, sentada
en el jardín, tan bella, tan imponente, con ese bonito tono de piel, tan propio
de ella, ese perfume a flores. Aun recuerdo como cayo rendida a mí, desmayada,
exhausta, recuerdo, que pose mi nariz sobre su fino cuello, tan delgado, tan
suave...
Es sorprendente la
facilidad con la que cayó en mis manos, debo ser realmente encantador, un
pequeño gesto, una tierna platica, se lo que a ellas les gusta... Y ella, no es
para nada distinta… Llevo días vigilándola, admirándola, esperándola en esta
eterna oscuridad, veo cuando se dispone a salir a caminar, con ese garbo tan
peculiar, impresionante para cualquiera, tan exquisita. Todo lo que ella toca y
ve, luce tan frágil, seguramente, tiene miedo ahora, miedo de haberme
escuchado. Claro, como no tenerme miedo.
Yo soy quien dispone
ahora de su vida. Pobre chiquilla mía, luces tan frágil, tan pálida, quizá
deberíamos tomar el sol o alimentarte mejor, sabes, solía escuchar cómo le
decías a tu pequeño gato como amabas el rayo del sol… la brisa de la primavera,
si es cierto. Siempre estaba a tu lado, quizá tu no me veías, pero yo a ti si,
querida mía, admiraba tenerte, así como en estos momentos.
Vaya, tan tranquila que
estas, debe ser porque te impresione. Ninguna se me ha resistido, todas me han
seguido, pero debo admitirlo, tú serás la más bella de todas, la más bonita y tierna... Quizá debería
dejarte libre... O quizá debería acabar con tu sufrimiento… Cada que entro
tiemblas, te desmayas. ¿Tanto me has de temer? ¡Vamos, hace 2 días me sonreías,
me coqueteabas!.. ¿Será que también me deseabas? ¿También me espiabas?... No lo
sé, te puedo asegurar que en este momento estas pensando en que te dejare en
libertad. No lo creo. Me conoces, sabes que en el fondo morirás... Si aun te
recuerdo.
No me imaginaba que tan
fina garganta podía despedir tan agonizante grito… Eres tan hermosa, que hasta
tu sangre lo denota, si, de todas eres la más hermosa, tan bella, tan inocente,
tan tu. ¿Te confieso algo?, me gusta cómo se te eriza la piel.
Me pongo a pensar que de
no ser tan frio, tan malvado y ruin, tan monstruoso, incluso, te habría amado,
te habría brindado una familia, habríamos sido tan felices, ambos sentados en
ese magnífico jardín. Tu y yo, viendo a la gente pasar, a las parejas, pero no.
¡Ja!, me gusta tu cara de miedo... Ya, ya tranquila cariño, ya pasara, es solo
una pequeña cortada... pronto sanaras.
Aun recuerdo como la vida
escapaba de esos bellos ojos marrones. Como con tan solo sentir mi tacto ella
huía, o al menos lo trataba... Ah es que era tan ingenua... Ella creía que
escaparía de mí, pero no... Yo no se lo permitiría, ella tenía que ser mía… Mía
y de nadie más. Soy un hombre bastante caprichoso, siempre consigo lo que
quiero... ¡Ah querida mía!...
¡Ayuda! ¡Ayuda!... Solo
escucho eso, ¿es que acaso, jamás me dirás que me amas? Te perdonaría la vida
si me amaras... Lo haría, pero ¿Si te perdonase la vida, no correrías a
delatarme? Probablemente sí, tienes esa carita, tan angelical. Mi pequeña, mi
dulce y tierna… Como aquella mirada, aquella sonrisa, aquella caricia... Mismas
que ahora te tienen aquí, conmigo desde hace ya varios días.
Todo es silencio, ya no
escucho su respiración apresurada, sus latidos, han cedido ante mí, como si
fueran esclavos, poco a poco comienza a enfriarse.
Ya no grita, ya no llora.
Esta muerta, muerta. Puedo deducir que ya es mía, solo mía, su belleza, su fragilidad,
ingenuidad fortuita al creerme, al acompañarme, al sonreírme, al coquetearme.
Me jure que serias mía, así como las otras. Tu vida y muerte, arrebatadas bajo
mi cuchillo, bajo mi tortura, bajo este amor agonizante, es cierto, no conozco
otra forma de amar que no sea esta, tan dolorosa y tormentosa. Además eres tan
fría, tan soberbia que solo me miraste porque me consideraste un tanto
atractivo.
Hoy decidí dejarte, en
este jardín donde descubrí tu belleza, tu dulce aroma, esa singular ternura que
ahora es mía, te he despojado de todo lo que era tuyo, con tan solo una mirada,
una caricia, una sonrisa. Allí donde las flores han de crecer, allí donde te
vi, por vez primera… Donde te ame por última vez.